domingo, 12 de septiembre de 2010

Y Dios se hizo fotógrafo

FRANCISCO BOIX 
(Barcelona 1920- París 1951)

F. Boix. 1942 Mauthausen-Gusen 
El destino es caprichoso.
A algunos les depara una vida de marioneta y a otros les encarga el designio de cambiar el curso de la historia de la humanidad. De hacer justicia divina.

Francisco Boix, hijo de un humilde sastre republicano, nace en la Barcelona convulsa del año 1920.

Vino al mundo pequeño, desnudo, lloroso e insignificante, como todos los seres humanos, pero ya en el vientre de su madre el azar quiso escogerle para redimir el sufrimiento de los millones de inocentes que perecieron víctimas de las atrocidades perpetradas por la cúpula nazi en la década de los años 40 del siglo XX.

Boix supo escuchar los aullidos de dolor proferidos por los miles de judíos, homosexuales, gitanos, enfermos mentales y republicanos, que junto a él trataban de no perder la dignidad en la espiral dantesca en que se convirtieron los barracones del campo de concentración de Mauthausen. Supo estar a la altura, a pesar de hallarse inmerso en unas circunstancias históricas que jugaban en su contra. Supo poner su cámara al servicio de la humanidad.

27 de enero de 1941. 
Comienza el atroz espectáculo al que Boix asiste en primera persona. Con dieciocho años recién cumplidos es registrado como prisionero en el campo de concentración de Mauthausen-Gusen, compartiendo destino con miles de españoles republicanos, vencidos por la guerra civil, ateridos de frío y arrojados sin remedio por el régimen franquista a las enormes fauces de esa factoría de cadáveres llamada nazismo.

Alegando conocer el idioma alemán y el dominio de la técnica fotográfica, el mando nazi considera a Boix un desecho humano cuya fecha de caducidad aun no ha vencido, y le reserva un puesto en el laboratorio fotográfico de la administración del campo.

Las imágenes de entrañas pútridas hacinadas en fosas comunes, de miradas famélicas y perdidas, y de osamentas pronunciadas bajo el pellejo de lo que parecían seres humanos, adquieren una belleza infinita al ser captadas por el objetivo de su cámara Leica. Una belleza cargada de sentido, que silenciosa, sería la prueba irrefutable que exigiría una respuesta trascendente a las atrocidades propiciadas por la paranoia hitleriana, meses después, en el Tribunal Internacional de Nuremberg.

Con cada instantánea, la cámara de Boix rugía sigilosa como una fiera desatada que clamaba justicia, una fiera salvaje a la que el horror no paralizó ni logró enmudecer.

La audacia de algunos compañeros del campo, que ya nada tenían que perder excepto su propia vida, y la osadía de una ciudadana de Mauthausen llamada Anna Pointer, dieron soporte a su loca y descabellada idea, de burlar la vigilancia del campo para ocultar en su exterior cientos de clichés fotográficos que documentarían el genocidio cometido.
Escondidos tras una piedra del muro del jardín de Anna, los clichés aguardaron su momento, ocultando las imágenes de la crueldad insondable y cotidiana del campo de concentración, cuyos muros se alzaban a pocos metros de distancia.

30 de abril de 1945, 15.30h. 
La boca del Führer estalla tras el impacto del plomo y la pólvora, y al fin abandona este mundo, que intenta sobreponerse al colapso atmosférico de la peste sembrada por los crematorios y las bombas.

5 de mayo de 1945. 
Cae Berlín y los 80.400 prisioneros de Mauthausen-Gusen son liberados. Boix dedica su primer acto de libertad a esos 119.000 que no lograron sobrevivir y como testigo de cargo en Nuremberg, pone sobre la mesa las fotografías ocultas, captadas y reveladas por él mismo, que hacen enrojecer de ignonimia los rostros de Speer y Kaltenbrunner en el banquillo de los acusados ante el mundo.

Boix, juez sin mazo ni toga, rayando a cada instante su vida con la muerte, mantuvo la cordura y antepuso el sentido de la justicia por encima de toda meta. 
Fallecido a los 30 años, en su breve paso por el mundo, creó un espacio de reflexión universal sobre lo que fueron y han de ser la libertad, la solidaridad, la dignidad y en definitiva, la humanidad misma. 
Cuando Dios no existe, Dios se hace hombre. 
Justicia divina, justicia humana.


F.Boix 1945 Nuremberg


Octubre 1945. Nuremberg 
Transcripción de un fragmento de las declaraciones de Francisco Boix como testigo de cargo en el Tribunal de Nuremberg

Boix.:“Estuve primero como intérprete porque había muy pocos españoles que hablaran alemán. Mi trabajo consistía en traducir las barbaridades que los SS me hacían decir. Luego estuve en el Servicio de Identificación como fotógrafo y revelaba los films y las fotos que se tomaban durante los acontecimientos del campo”.

Intervención del Fiscal y de Francisco Boix durante el Juicio de Nuremberg

Fiscal.: ¿Reconoce entre los acusados a algunos de los visitantes del campo de Mauthausen que vio mientras estaba internado?

Boix.: (Se pone en pie en el estrado y señala a Albert Speer, Ministro de Armamento de Hitler)
¡Speer!

Fiscal.: ¿En qué ocasión?

Boix.: En 1943 fue al campo de Gusen por asuntos de construcción, incluso fue a la cantera de Mauthausen. Yo no le vi, ya que estaba en el Servicio de Identificación del campo y no podía salir, pero el jefe de servicio tomó un carrete Leica, que luego yo mismo revelé. En esas fotos pude reconocer a Speer y otros jefes SS que habían venido con él.


Intervención del Fiscal y de Ernst Kaltenbrunner, responsable de la policía nazi, durante el Juicio de Nuremberg

Fiscal.: Le he preguntado quién dio la orden de asesinar a los prisioneros del campo de concentración de Mauthausen, justo antes del final de la guerra. ¿Quién fue el responsable de dar esa orden? ¿Fue usted?

Kaltenbrunner.: No. Además, ya contesté a esa pregunta.

Fiscal.: Usted conoció a Ziereis (Frank Ziereis, comandante del campo de concentración de Mauthausen-Gusen en el momento de su liberación), la persona que contó estas historias. ¿Lo conoció, no?

Kaltenbrunner.:Sí, conocí a Ziereis.

Fiscal.:Usted aparece en la fotografía.

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