miércoles, 15 de septiembre de 2010

Maternidades de E.T.T.

Los tiempos de Mary Poppins y su “SUPERCALIFRAGILÍSTICOESPIALIDOSO" pasaron a la historia.
Para todas esas madres solas que sobreviven al continuo sprint en el que se han convertido sus vidas. Para todas aquellas mujeres, que aun queriendo ser madres, se niegan a renunciar a enseñar a sus hijos las nubes del cielo.


MATERNIDADES DE E.T.T.

Son las 7 de la mañana en punto y Carles Francino, entre interferencias, me da los buenos días a través de las ondas.
Apago el radio despertador, y casi con un ojo abierto y otro aun cerrado, me pongo en pie, como un Rocky que acabara de recupèrarse de un K.O. fulminante. Despeinada, cansada, pero en pie.
No, cansada no. Molida. Es jueves, jueves a las 7 de la mañana.
Cruzo el pasillo, ese puente doméstico que separa la habitación de mi niño de mí, dispuesta a despèrtarle.
Comienza la subida al Tourmalet.

Nene, las 7”
Cinco minutitos más...”

Vale.
Cojo el brick de leche, la desnatada. No. La entera. No. La semidesnatada. Abro el bote de Cola-Cao, tan ibérico, rojo y amarillo, y planto dentro del vaso dos cucharadas bien colmadas. El desayuno de los campeones. 
Quizá debería reemplazar mi mejunge cafeínico por un poco de este brebaje mágico. ¿Campeones? ¡Para campeona, yo!
Meto ambas tazas en el microondas, que al punto, comienzan a girar dando vueltas en su interior, y también yo comienzo a dar vueltas por la casa, a la carrera, aun despeinada, y sí, cansada. Molida.

La mochila del nene.

De nuevo intento despertarle.

Nene, las 7 y cinco”
Cinco minutitos más...”

Vale.
La mochila es mi próximo objetivo. ¿Hoy qué toca? Miro el calendario escolar bajo la incandescencia del flexo: Matemáticas (que no se me olvide meter el lápiz y la goma), Inglés (que no se me olvide meter el diccionario), Educación física (que no se me olvide meter la chaqueta del chándal), Geografía (que no se me olvide meter el atlas), Conocimiento del Medio...
A ver qué no se me olvida.
En tan sólo 30 segundos consigo que este pedazo de tela de poliéster con asas pese más de 15 kilos.
Prueba superada.

Nene, las 7 y 10”
Cinco minutitos más”
Nene, ¡qué no llegamos!”

Consigo que se levante, o al menos, que arrastre sus pequeñas zapatillas de peluche hasta el cuarto de baño.

Lávate la cara, las orejas, las manos. Peínate. Así no, así. Ponte la ropa ¿De qué quieres el bocadillo? ¿De chopped? ¡De chopped no, nene! De jamón y queso. Que sí, y punto.”

Corro de nuevo hasta la cocina. Abro el envase del pan, y entre rebanada y rebanada inserto a la velocidad de la luz dos lonchas de jamón y una de queso. 30 centímetros de papel de plata envuelven el sustento de mi niño para el recreo.

¿Te has lavado la cara, las orejas, las manos? ¿Te has peinado? ¿Sí? ¿Seguro que sí? A ver...”

Mi niño tiene sueño, y no atina a abrocharse los cordones de las zapatillas. El sueño a mí también me puede, pero aun así y casi con los ojos cerrados, mis rodillas ceden a la ley de la gravedad. Me agacho y se los ato.

Despeinada, cansada y molida me dirijo yo también hacia el cuarto de baño para intentar no parecer tan despeinada, tan cansada y tan molida durante las 10 horas de mi eterna jornada laboral, que hará de mí un ser aun más despeinado, cansado y molido.

¡¡¡Mamaaaaa!!! ¡¡¡La lecheeee!!!”
Dentro del microondas nene”
¡¡¡¡Mamaaaa!!! ¡¡¡Las galletaaaas!!!”
Nene, en la encimera”
¡¡¡Mamaaaaa!!! Que no llego...”

Voy. Rauda y veloz, con el peine colgando del moño, esprinto hasta la cocina y se las alcanzo.
No hay tiempo para el rimmel, no hay tiempo para el pintalabios, no hay tiempo para rasurarse las axilas de las que brota ya una mata de pelo digna de un Récord Guinness. Una camisa de manga larga será hoy mi tabla de salvación. 
Ojos que no ven, pudor que una no siente.

Nene, marca el número de la abuela”

Oigo como mi niño, desde el teléfono del salón, pregunta a su abuela que si le irá a buscar cuando salga del colegio. A las 6.

¡¡¡Mamaaa!!! Que dice que sí”

Perfecto. Doce horas después podré ir a buscar a mi niño a casa de mi madre, que es mi madre y también su madre hasta las 9 de la noche, de lunes a sábado.

7:30h. Segunda etapa del sprint.

¿Te has tomado la leche?”
“¡Sí!”
¡Vamos, que no llegamos!”

Los tacones, el bolso, las llaves, el maletín del ordenador, la mochila y mi niño de la mano, salimos por la puerta de casa con mi moño siguiéndonos el rastro, ya casi deshecho por la embestida de las prisas.

¡Vamos!”

Pulso el botón que nos hace descender, y ya dentro del ascensor miro a mi niño soñoliento, repeinado y con 15 kilos de cultura enlatada sobre sus espaldas, y me inspira ternura. 
Me inspira pena.
No sé si entre tanto libro y encerrado de sol a sol dentro del aula, tendrá la oportunidad de ver las nubes del cielo, los pájaros posándose en las ramas de los chopos, no sé si podrá sentir la brisa en su rostro...
Al igual que yo, sé que no podrá verlos, que no podrá sentirlos en la piel. Y lo que más duele no son estos zapatos de tacón que laceran mis pies desnudos durante 10 horas al día.
Lo que más duele es que yo, su madre, no tenga tiempo para mostrarle esas nubes, esos pájaros, esa brisa, que desde que vino al mundo, deberían formar parte de su vida.

1 comentario:

  1. Curiosa y poco común cualidad la tuya. Si tuviese que elegir dos palabras para definirla, elegiría "empatía extrema".
    Cuentas cada relato desde dentro, como alguien que en algún momento se ha apoderado de lo que ha sido capaz de observar a su alrededor, haciendo las vidas ajenas, increibles vidas ajenas, suyas.
    Sigue sorprendiéndonos y deleitándonos con tus imaginarios cuentos de realidad.

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