martes, 31 de agosto de 2010

INTRODUCCIÓN. Empatía: red de redes para un nuevo modelo de comunicación humana



El devenir de la Historia ha situado al ser humano en encrucijadas casi irresolubles, propiciadas por la crisis de sistemas económicos, sociales y políticos imperantes que dejaron de ser funcionales en sus propios términos.

Superada ya la primera década del siglo XXI, es posible realizar un estudio exhaustivo acerca de los diversos modos de organización social a través de los cuales los grupos humanos han evolucionado.
Desde las sociedades orales agrícolas hasta la actualidad, época en la que nos hallamos inmersos en un pleno proceso de globalización económica, social y cultural, el ser humano como especie ha trascendido permanentemente sus propias limitaciones en relación a la dialéctica que ha establecido con la naturaleza, gracias a la invención e implementación de instrumentos tecnológicos que le han permitido superar exponencialmente la limitada capacidad comunicativa que le brindaban sus órganos biológicos de comunicación.
Este desarrollo tecnológico es aquello que ha hecho posible la actual organización social humana a escala mundial, siendo internet la herramienta que configura su máxima expresión y sobre la que se fundamenta en gran medida dicha organización.

Se podría afirmar que gracias a los nuevos medios de comunicación a escala global, el ser humano ha ascendido un nuevo escalón y ha alcanzado una de sus grandes metas: la de la garantía del establecimiento de un flujo comunicativo efectivo e instantáneo entre individuos, independientemente de la distancia espacial que los separe.
Sin embargo, son muchos los indicadores que manifiestan que a pesar de poseer esta potente herramienta comunicativa, el actual sistema global presenta indicios de disfuncionalidad debido al fomento indiscriminado del uso de instrumentos tecnológicos para la comunicación en detrimento de las propias capacidades del ser humano. Entre dichas potencialidades se incluye la capacidad empática, fundamental para que los individuos que integran la sociedad sean capaces de utilizar de forma más humana y efectiva dichas herramientas de comunicación, trascendiendo a sí mismos y hallando un significado profundo en las relaciones con sus congéneres.

El presente trabajo trata de demostrar que la empatía, entendida como la capacidad cognitiva y emocional que permite ponerse en el lugar de otro individuo para comprenderle y establecer un flujo comunicativo humano, real y profundo, fue el pilar fundamental en el que se ha sustentado la construcción de las sociedades humanas a lo largo de la Historia y el motor de las relaciones cooperativas, gracias a las que el ser humano logró sustentarse a sí mismo y a su comunidad.

La presente etapa histórica pone al ser humano en la tesitura de aferrarse a un nuevo modo de vida basado en unos nuevos valores, más allá de los conceptos de productividad e individualismo que actualmente imperan en nuestras sociedades y que regulan nuestra percepción de la realidad y de los individuos que la componen.

Hemos de ascender un nuevo escalón evolutivo como especie si deseamos seguir formando parte de este mundo, y para ello resulta imprescindible el resurgir de una nueva era émpatica, que asegure nuestra supervivencia y la superación de esta nueva crisis histórica que se cierne sobre nosotros.
Quizá tengamos que realizar un gran esfuerzo y lanzar una mirada instrospectiva hacia nuestro interior para lograr curar las heridas que están desangrando a nuestra sociedad global enferma y debilitada.

En la sociedades postmodernas, en donde los individuos cada vez viven más interconectados y paradójicamente, menos intercomunicados entre sí, se hace evidente que gran parte de la población mantiene en estado de latencia su potencial emocional e intelectual para la comunicación. El flujo de información transmitido se ciñe a un nivel tal de superficialidad, que se hace evidente el estancamiento intelectual, creado artificialmente por las estructuras de poder.
Deberíamos plantearnos si aquellos mensajes que hablan de nosotros, poseen el significado preciso que deseamos (y no el que desean otros), y si dichos mensajes nos ayudan a evolucionar como individuos inteligentes y a perpetuarnos como especie en un estado de equilibrio con nuestro entorno natural.

Llegados a este punto, y sabiendo que el Universo es un TODO, un sistema perfecto de elementos interconectados entre sí armónicamente, ¿cuál es el papel del ser humano en ese TODO? Quizá su rol sea el de la pieza que no encaja, el del ser cuya virtud, el raciocinio, se convierte en una enfermedad, puesto que el ser humano lleva siglos comportándose de un modo anómico con respecto a ese TODO. Sus actos se hallan repletos de significado en una relación con el planeta Tierra que se asemeja cada día más a un lento y agónico matricidio.

Superada ya nuestra sensación de insignificancia con respecto a las altas esferas del poder que controlan el devenir de nuestras vidas, comprenderemos que el poder real se haya en lo más recóndito del individuo, y es él quien decide cómo quiere vivir y el que puede hacer realidad el sueño de un futuro mejor.

Es la naturaleza la que nos ha dotado de nuestra mejor arma, la empatía, una capacidad innata que nos permitirá sobrevivir a la catástrofe que subyace a la soledad del individuo incapaz de comunicarse en la espiral de la incertidumbre actual y venidera.
Es la empatía una red de redes para la construcción una nueva realidad, de un nuevo modelo de comunicación humana.




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