viernes, 14 de septiembre de 2012

IDENTIFÍQUESE. Gandia 14 09 2012



IDENTIFÍQUESE

Hotel Gandia Palace. Playa de Gandia, 20h. Un grupo de 30 manifestantes de todas las edades, sexos y colores (señores, ¡incluso había dos perros!) se sitúa frente a la entrada principal del hotel para brindar su “calurosa” bienvenida a los integrantes de la plana mayor del Partido Popular de la Comunidad Valenciana. Calurosa, tórrida, ardiente bienvenida. El termómetro de la indignación social aumenta día tras día, y como antipirético recibe polvo de tiza.
Cospedal, Fabra, Barberá y Torró, adalides de la actual dictadura disfrazada de democracia, son precedidos de cierto tufillo a colonia de Armani, gomina y rubio de bote. Sí, ahí están haciéndoles la corte, las nuevas generaciones del PP dispuestas a engullir las migajas del banquete que esta noche se servirá a costa de todos los españoles.
Un número exacerbado de Policías Nacionales se atesora frente a la entrada del hotel, y con gesto obcecado de mercenario se dispone a proteger de la furia de la chusma a los señores feudales encaramados al castillo.
Partido Popular. Popular, término originario del latín: Populus, -i. Pueblo.
Partido Popular. Partido del Pueblo. Qué vanas resultan las palabras carentes de contenido. Su semántica no nos remite más que al vulgar fetichismo, casi intelectualmente pornográfico, que se alimenta de la ignorancia y el olvido.

La mosca moribunda en que se ha convertido la Constitución Española, pulula sobre las cabezas de los manifestantes y les dedica sus últimos aleteos:

Artículos 20 y 21 de la Constitución Española de 1978:

Se reconocen y protegen los derechos:

  • A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opniones mediante la palabra.

  • Se reconoce el derecho de reunión pacífica y sin armas. El ejercicio de este derecho no necesitará autorización previa.


¡Maniquíes!”. “¡Marionetas!”. “¡No hay pan para tanto chorizo!”. “¡No nos representan!”. “¡Gürtel, Gürtel!” “¡Se va a acabar la paz social!”. “¡Esto no es una crisis, es una estafa!”.

La palabra revestida de razón, el arma que más temen los poderosos, trata de ser silenciada a costa de los peones del tablero, que uniformados y armados comienzan a acorralar y a exigir la identificación de todos los manifestantes.

Señor subinspector. Y si yo pasaba por aquí...¿Por qué he de identificarme? ¿Por qué no me dejan transitar libremente por la vía pública? Me parece una actuación más que curiosa, digamos... al margen de la legalidad”. “Señorita, llevo años pidiendo DNIs, yo ya no tengo curiosidad” “Pues yo sí señor, soy periodista. ¿Sería tan amable de darme su número de placa?”

El subinspector mira de soslayo a uno de sus lacayos que deletrea con robótica cadencia el nombre y apellidos de todos los identificados.

Por qué he de identificarme?” “Esta manifestación es ilegal, son ustedes más de 20 personas y no han dado aviso de manifestación”.

Perfecto. A partir de ahora tendremos que dar aviso cada vez que un grupo de más de 20 personas observa a un artista que canta en la calle, que hace malabares, que recita versos, etc.

Se reconoce el derecho de reunión pacífica y sin armas, a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra.
La palabra. Gabriel Celaya ya lo grabó hace años sobre el papel: “La palabra es un arma cargada de futuro”. Cierto, sobre todo aquella que resulta incómoda a los defensores de este sistema empeñado en desintegrar nuestra capacidad de análisis y reflexión sobre la realidad a base de entertainment, ignorancia y falsos valores de clase.

¿Cómo no estar indignado frente al control férreo del quién, cómo y cuándo deben expresarse las verdades?

La palabra es nuestro arma de futuro. De futuro y de conciencia social e histórica, esa de la que carecen aquellos cuya voz es difundida a los cuatro vientos a través de unos medios de comunicación serviles, vendidos, obsoletos y lamentables.

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